domingo, 24 de octubre de 2010

Epicteto: Máximas

Epicteto

Máximas

1. DEPENDER
En cuanto a todas las cosas que existen en el mundo, unas dependen de nosotros, otras no dependen de nosotros. De nosotros dependen; nuestras opiniones, nuestros movimientos, nuestros deseos, nuestras inclinaciones, nuestras aversiones; en una palabra, todas nuestras acciones.
Las cosas que no dependen de nosotros son: el cuerpo, los bienes, la reputación, la honra; en una palabra, todo lo que no es nuestra propia acción.
Las cosas que dependen de nosotros son por naturaleza libres, nada puede detenerlas, ni obstaculizarlas; las que no dependen de nosotros son débiles, esclavas, dependientes, sujetas a mil obstáculos y a mil inconvenientes, y enteramente ajenas.
Recuerda pues que, si tú crees libres, a las cosas por naturaleza esclavas, y propias, a las que dependen de otro; encontrarás obstáculos a cada paso, estarás afligido, alterado, e increparas a Dios y a los Hombres. En cambio si tú tienes, a lo que te pertenece, como propio y, a lo ajeno como de otro; nunca, nadie, te forzará a hacer lo que no quieres ni te impedirá hacer lo que quieres. No increparás a nadie, ni acusarás a persona alguna; no harás ni la más pequeña cosa, que no desees; nadie, entonces, te hará mal alguno, y no tendrás enemigos, pues nada aceptarás que te sea perjudicial.
Aspirando entonces a tan grandes bienes, recuerda que tú no debes trabajar mediocremente para lograrlos, y que, en lo que concierne a las cosas exteriores, debes enteramente renunciar a algunas y diferir otras. Pues si buscas armonizarlas, y ambicionas estos bienes y también riquezas y honores, quizá no obtengas ni siquiera éstos últimos, por desear también los otros; pero con toda seguridad, no obtendrás los únicos bienes con los que logras tu libertad y felicidad.
Así, ante toda fantasía perturbadora, está presto a decir: “Tú no eres sino una imaginación, y en absoluto eres lo que parece”, enseguida examínala con atención y ponla a prueba, para ello sírvete de las reglas que tienes, principalmente con esta primera que es, a saber: de si la cosa que te hace penar es del número de aquellas que dependen de nosotros o de aquellas que no están en nuestro poder. Di sin titubear: “Ésa en nada me atañe”.

2. DESEAR
Recuerda pues que: el objeto de tus deseos, es obtener lo que tú deseas, lo que anhelas; tú no te lamentarás de nadie; no acusarás a nadie, no harás nada, ni siquiera la cosa más pequeña, sin que corresponda a tú deseo; entonces, nadie te hará mal, y no tendrás enemigos, pues nada que no desees te motivará.
Y que, el objeto de tus temores, es evitar lo que temes. Quien no logra lo que desea es desafortunado, y quien cae en lo que teme es miserable. Si no rechazas sino lo que no corresponde a tu verdadero bien, y que depende sólo de ti, entonces nunca caerás en lo que no deseas. En cambio si te empeñas en huir de lo que temes, como la muerte, la enfermedad, la pobreza, serás miserable.
Si tal ha sido tu elección, conduce entonces tus miedos, y pásalos de las cosas que no dependen de nosotros, a las que sí dependen; y, en cuanto a los deseos, suprímelos enteramente, por el momento. Pues si tú deseas alguna cosa que no está en nuestro poder, necesariamente, estarás fracasado; y, en cuanto a las cosas que están en nuestro poder, no estás en estado aún de saber cuál es la que deseas. Mientras lo sabes, conténtate por el momento con escucharte y analizar las cosas, pero lentamente, siempre con reservas y sin prisa pero sin pausa.

3. VERDAD
Ante cada una de las cosas que te divierten, que sirven para tus necesidades, o que amas, no olvides decirte a ti mismo lo que ellas verdaderamente son. Incluso para las cosas más insignificantes. Si amas un cántaro, dítelo, que amas un cántaro; y si él se estropea, tú no te perturbarás. Si amas tu hijo, o tu mujer, dítelo a ti mismo que amas a un ser mortal; que si acaba por morir, no te turbaras.

4. HERENCIA
Cuando estés por emprender alguna cosa, pon en tu pensamiento lo que para ti es la cosa que tú vas a hacer. Si vas a bañarte, represéntate lo que ordinariamente pasa en las piscinas publicas, que allí se tira al agua, que allí empujan, que allí se dicen injurias, que allí se roba.
Irás, después de esto, con toda probabilidad, a lo que vas, si te dices esto: “Deseo bañarme pero también, deseo conservar mi libertad y mi independencia, verdadera herencia de mi naturaleza” Y así con cada cosa que llegue. Pues, de esta manera, si algún obstáculo impide que te bañes, harás rápidamente esta reflexión:”No quería solamente bañarme, sino también conservar mi libertad y mi independencia; y no las conservaría si me altero”.

5. OPINAR
Lo que turba a los hombres no son las cosas, sino las opiniones que de ellas se hacen. Por ejemplo, la muerte no es algo terrible, pues, si lo fuera, a Sócrates le hubiera parecido terrible; por el contrario lo terrible es la opinión de que la muerte sea terrible. Por lo que, cuando estamos contrariados, turbados o tristes, no acusemos a los otros sino a nosotros mismos, es decir, a nuestras opiniones.
Acusar a los otros por nuestros fracasos es de ignorantes; no acusar más que a sí mismo es de hombres que comienzan a instruirse; y no acusar ni a sí mismo ni a los otros, es de un hombre ya instruido.

6. BIENES
No te jactes de ningún mérito ajeno. Si un automóvil dice con orgullo: “soy bello”, sería soportable; pero tú, cuando dices con orgullo: “Tengo un bello automóvil”, sabrás que es, de “tener” un bello auto, de lo que te jactas. ¿Qué hay ahí pues, que sea tuyo? El uso que haces de tu fantasía. Es por lo que, cuando, en el uso que haces de tu fantasía, sigas la naturaleza, entonces, podrás enorgullecerte de un bien que es tuyo.

7. DESEAR
Así como en un viaje por mar, cuando tu barco entra a un puerto, y se te envía por agua, puedes, por el camino, recoger mariscos o acumular champiñones, pero no alejas tu pensamiento del barco, volteando seguido la cabeza, temeroso de que el capitán no te llame, y si te llama, sea preciso arrojarlo todo y correr, a fin de que, al hacerte esperar, no tengas que ser arrojado al barco atado de pies y manos como a una bestia. Es lo mismo en el camino de esta vida: sí, en lugar de un marisco o de un champiñón, se te da una mujer o un niño, tú puedes tomarlos, pero, si el capitán te llama, es preciso correr al barco y dejar todo, sin mirar atrás. Y, si eres viejo, no te alejes mucho del navío, no sea que si el capitán llega a llamarte no estés en estado de seguirlo.

8. DESEAR
No pidas que las cosas lleguen como tú las deseas, sino deséalas tal como lleguen, y prosperarás siempre.

9. LIBERTAD
La enfermedad es un obstáculo para el cuerpo, pero no para la voluntad, a menos que ésta esté debilitada. “Soy discapacitado”. He aquí un impedimento para mis pies, pero en lo absoluto para mi voluntad. Para todos los accidentes que te lleguen, dítelo de este modo, y encontrarás que este es un impedimento para cualquiera otra cosa, y no para ti.

10. VIRTUD
En cada cosa que se presente, recuerda entrar en ti mismo y buscar allí alguna virtud que tengas para hacer uso adecuado de este objeto. Si ves a un joven o a una niña bellos, encontrarás para tales objetos, una virtud; abstenerte. Si es algo que fatiga, algún trabajo, encontrarás; coraje; si son injurias, afrentas, encontrarás; resignación y paciencia.
Si así te acostumbras a desplegar, en cada accidente, la virtud que la naturaleza te ha dado para el combate, tus fantasías no te cautivarán nunca.

11. PERDER
Nunca digas respecto a nada “Lo he perdido”, sino “Lo he devuelto”. ¿Ha muerto tu hijo? Lo has devuelto. ¿Ha muerto tu mujer? La has devuelto. ¿Te han robado la tierra? También esto has restituido. “Pero, aquel que la ha tomado es un malvado” ¿Y a ti, que te importan las manos por las cuales aquel que te la ha dado a querido retirártela? Mientras Él te la deje, úsala como algo que no te pertenece, como los turistas disfrutan los hoteles.

12. RENUNCIAR
Si quieres progresar en el estudio de la sabiduría deja razonamientos como estos: “Si descuido mis negocios, pronto estaré arruinado y no tendré de qué vivir; si no llamo la atención a mi empleado se tornará perezoso” Pues vale más, morir de hambre después de haber desterrado las preocupaciones y los miedos que vivir en la abundancia con inquietud y temor. Más vale que tu empleado sea perezoso a que tú seas miserable. Comienza entonces por las pequeñas cosas.
¿La lámpara se te ha caído? ¿Se te ha perdido algo? Dítelo: “Este es el precio con el que se compra la tranquilidad, es este el precio con que se compra la libertad; nada es gratuito”.
Cuando llames a tu empleado, piensa que él no puede entenderte, o que, habiéndote entendido, no puede hacer lo que le has pedido. “Pero, dirás tú, mi empleado abusará de mi paciencia y se tornará incorregible ”... Sí, pero tú te fortalecerás, pues, gracias a él, aprenderás a ponerte por fuera de toda inquietud o turbación.

13. CRITICAR
Si quieres progresar en el estudio de la sabiduría, no rehúses, en las cosas exteriores, pasar por lerdo y por insensato. No busques pasar por sabio, y, si pasas por un personaje en la mente de algunos, desconfía de ti mismo. Pues sábete que no es fácil conservar las dos cosas a la vez: tu voluntad conforme a la naturaleza y las cosas ajenas; sino que es preciso descuidar lo uno si te atareas en lo otro.
 14. LIBERTAD, DEPENDER Si quieres que tus hijos y tu mujer y tus amigos vivan siempre, estás loco; pues quieres que las cosas que no dependen de ti, dependan, y que lo ajeno, sea tuyo. Igual si quieres que tu empleado no cometa falta alguna, estás loco; pues él es tu colaborador y no tú su colaborador, esta es una buena razón.
Si quieres no frustrar tus deseos, tú puedes: sólo desear lo que depende de ti.
El único Amo es el deseo. El verdadero amo de cada uno de nosotros es aquel que tiene el poder de darnos o no, quitarnos o no, lo que deseamos o no. Todo hombre entonces, que quiere ser libre, no desea y no rechaza nada que dependa de otros, de lo contrario, necesariamente será esclavo.

15. EL BANQUETE
Recuerda que debes conducirte en la vida como en un banquete. ¿Un plato ha llegado hasta ti? Extiende tu mano sin ambición, tómalo con modestia. ¿Se aleja? No lo retengas. ¿No ha llegado aún? No lances desde lejos tu deseo, sino que espera a que el plato esté a tu lado.
Pórtate así con los amigos, con una mujer, con los cargos y las dignidades, con las riquezas, y serás digno de ser admitido en la mesa de los dioses. Y si sólo tomas lo que se te ofrece, y sabes contentarte con lo poco que es necesario sin ceder a la envidia, entonces no sólo serás convidado por los dioses sino su igual, y reinarás con ellos. Fue trabajando así que Diógenes, Heráclito y algunos otros merecieron ser llamados hombres de dios, como en efecto eran.

16. COMPARTIR
Cuando ves a alguien llorar, sea porque está de duelo, sea porque sus hijos están lejos, sea porque ha perdido sus bienes, pon cuidado de que llevado por tu fantasía, ésta te seduzca y persuada de que este hombre es, efectivamente, desafortunado a causa de cosas ajenas; sino que haz, en ti mismo, esta distinción, que lo que lo aflige, no es el suceso acaecido, pues a otro no lo aflige, sino su opinión sobre el mismo. Si, por tanto, es necesario llorar con él, y compartir su dolor al escuchar su opinión, ten cuidado que tu compasión no pase a tus adentros y que no quedes tú, verdaderamente afligido.

17. ROL
Acuérdate que eres actor en una obra teatral, larga o corta, en que el autor ha querido hacerte entrar. Si él quiere que juegues el rol de un mendicante, es preciso que lo juegues tan bien como te sea posible. Igual, que si quiere que juegues el rol de un cojo, un príncipe, un hombre del pueblo. Pues eres tú quien debe representar el personaje que te ha sido dado, pero es otro a quien le corresponde elegírtelo.

18. PRESAGIAR
Cuando ves un gato negro bien de mañana, que tu fantasía no te lleve; sino, tú mismo distingue y di: “Por este augurio, ningún mal presagio me atañe, los infortunios atañen a mi cuerpo, a mis bienes, a mi reputación, a mis hijos, a mi mujer”. Por mí (parte) sólo hay buenos presagios, si lo deseo; pues, cualquier cosa que llegue, depende de mí el obtener (de ella) alguna enseñanza que me aproveche”.

19. ENVIDIAR, DESPRECIAR
Tú puedes ser invencible, si no te enganchas en combate alguno cuya victoria no dependa de ti.
Cuídate de, que viendo a alguien colmado de honores, o elevado a un gran poder, o floreciendo de alguna manera, cuídate de, repito, al ser llevado y seducido por tu fantasía, cuídate de, creerlo feliz. Pues, si la esencia de lo verdadero consiste en cosas que no dependen de nosotros, ni la envidia, ni la emulación, ni los celos tendrán cabida, y tú mismo no querrás ser ni negociante, ni político, ni vedette del cine, sino libre; pero, una sola vía lleva a esto: el desprecio de todo lo que no dependa de nosotros.

20. ULTRAJAR
Recuerda que no es ni quien lanza injurias, ni quien golpea, lo ultrajante, sino que la opinión, de injuriosas, que te has hecho de estos (acciones y agentes de la acción), es lo que las hace ver como de gentes de quienes has recibido ultraje. Cuando alguien entonces, te ofenda e irrite, sábelo que no es ese alguien quien te irrita, sino tu opinión. Esfuérzate entonces, ante todo, de no dejarte llevar por tu fantasía; pues, una vez ganes tiempo y alguna dilación, serás más fácilmente amo de ti mismo.
 21. MORIR Que de la muerte y el exilio y de todas las otras cosas que parecen terribles seas de ellas conciente, sobre todo de la mortalidad, y tú no darás cabida a bajos pensamientos, y no desearás nada con ardor.
 22. FILOSOFAR Quieres devenir filósofo. Prepárate desde ahora a ser ridiculizado y persuádete de que las gentes ordinarias quieren de ti burlarse y decirte: “!De un día para otro se volvió filósofo. ¿De dónde acá tanta arrogancia?!”. Desde ti, que no haya soberbia; pero ataréate fuertemente en las máximas que mejores te hayan parecido y las más bellas. Y recuerda que, si perseveras en tus propósitos, aquellos que en principio se burlaron de ti, enseguida te aceptarán; mientras que si cedes a sus insultos, serás doblemente burlado.

23. PARECER
Si llegas alguna vez a volverte hacia las cosas externas, sábete que has perdido el rumbo acertado. Conténtate pues, en toda circunstancia, con ser filósofo. Y si además quieres “parecerlo”, conténtate de parecerlo a tus propios ojos, y esto ser á suficiente.

24. DEPENDER DE TI
Que pensamientos y razonamientos, como: “Permaneceré despreciado; jamás seré alguien en el mundo”; no te preocupen nunca. Pues, si el desprecio es un mal, tu no puedes estar en el mal por medio de ajeno, no más que en lo feo. ¿Depende de ti ser nombrado en un puesto prestigioso? ¿Depende de ti ser invitado a una fiesta? En absoluto. ¿Como puede entonces ser esto un desprecio y un deshonor para ti? ¿Cómo puede ser que no seas alguien en el mundo, tú, que no puedes ser más que de lo que ti depende, y de lo que tú puedes responder con la mayor consideración? “Pero no tendré recursos para proteger a los míos...” ¿Qué significa, “tener recursos”? ¿Que tú no les darás dinero? ¿Qué no les invitarás a pasar vacaciones contigo? ¿Quién te ha dicho que estas cosas son del número de aquellas que están en nuestro poder, y que no pertenecen más que a nosotros? ¿Y quién puede dar a los otros, lo que no puede darse a sí mismo? “Adquiere bienes, dirán, para que nosotros los tengamos” Si puedo adquirir, sin perder el pudor, la modestia, la fidelidad, la magnanimidad, muéstrame el camino que hay que tomar para ser rico, y lo seguiré. Pero si quieres que yo pierda mis verdaderos bienes a fin de adquirir falsos, ve por ti mismo cuál desigual ti enes la balanza, y hasta qué punto eres ingrato y desconsiderado. ¿Qué es lo que más amas, el dinero, o un amigo sabio y fiel? Ah! Ayúdame entonces a adquirir virtudes, y no exijas que haga cosas que me harían perderme.
“Pero, dirás aún, mi ciudad no tendrá de mi, mis servicios”. ¿Cuáles servicios? ¿No recibirá acaso tus dones? “!No tendrá de mí, un nuevo hospital!” ¿Y qué con eso? Basta con que cada uno en su estado haga lo suyo. Pero si, por tu ejemplo, tú das a tu ciudad otro habitante sabio, modesto y fiel, ¿no le prestarás servicio alguno? En verdad le darás uno, y uno muy grande; no le serás entonces inútil. “¿Que puesto, dices, tendré en la ciudad? Aquel que puedas obtener conservándote fiel y modesto. Pero sí, queriéndola servir, pierdes tus virtudes, ¿qué servicio le brindarás cuando devengas imprudente y desvergonzado?

25. COMPRAR Y VENDER
Han preferido a alguien más que a ti, en una recepción, en un consejo de administración, en una visita. Si estos son bienes, debes alegrarte de que al otro le hubiesen llegado. Y si son males, no te aflijas de que tú hayas sido eximido. Pero recuerda que, no haciendo, para obtener las cosas que no dependen de nosotros, lo mismo que aquellos que las obtienen, es imposible que seas igualmente recompensado.
Pues, ¿cómo, aquel que no va nunca a tocar la puerta de un hombre rico y poderoso, ha de ser igualmente tratado que aquel que va allí todos los días? ¿Aquel que no le corteja, que aquel que si? ¿Aquel que no cesa de alabarlo que el que no lo elogia? Eres entonces injusto e insaciable, si, no dando las cosas con las cuales se compran los favores, quieres obtenerlas gratis. ¿En cuánto se venden las lechugas en el mercado? Mil pesos colombianos. Si entonces, tu vecino da mil pesos y se lleva una lechuga, no te imagines tener que dar menos que él; pues, si él tiene su lechuga, tú tienes tus mil pesos, que tú no has dado. Es lo mismo en esto.
¿No has sido, Tú, invitado a un aniversario? Pues es que no has pagado al anfitrión el precio por el que vende su comida: lisonjas, servilismo, complacencia, dependencia.
Da entonces el precio, si te interesa el objeto que se vende. Pero si, sin pagar el costo, quieres tener la mercancía, eres insaciable e injusto. ¿No tienes algo que ocupe el lugar de este aniversario en que no has estado? Verdaderamente, vale más que esta fiesta el no haber alabado a aquel que no hubieras querido alabar, y no haber sufrido el orgullo e insolencia de quienes custodian a su puerta.

26. DESEAR
Podemos aprender, sobre la naturaleza del deseo, a partir de las cosas, sobre las cuales, no discordamos unos de otros. Por ejemplo: cuando un esclavo de otro amo, ha roto un utensilio o alguna otra cosa, de éste, no dejas de decirle, para consolarlo, que ha sido un accidente común.
Sábete entonces que, cuando se rompa algo que es tuyo, es preciso que tú estés tan tranquilo como cuando lo de tu vecino ha sido roto. Lleva esta máxima a las cosas más importantes.
Cuando el hijo o la mujer de otro, muere; no hay nadie que no diga que así es la vida. Pero cuando se trata de los hijos o la mujer propia, no se escucha más que lágrimas, gritos, gemidos: “!Que soy de malas!, ¡que estoy perdido!” Es preciso entretanto acordarse de los sentimientos que experimentamos cuando los mismos accidentes le pasan a otros.

27. EL MAL NO EXISTE
Así como no se coloca un blanco para desacertarlo, de igual manera no se genera en el mundo una naturaleza del mal.

28. PENSAMIENTO POSITIVO
Si alguien confiara el cuidado de tu cuerpo al primero en llegar, te indignarías; y cuando tú mismo abandonas tu alma al primero en llegar, a fin de que, si te injuria, tu alma será confundida y turbada, ¿no te avergüenzas de ello?

29. DELIBERAR
En todo asunto, antes de emprenderlo, mira bien lo que lo precede y lo que le sigue, y sólo después de tal examen, empréndelo. Si no observas esta conducta, tendrás en principio placer en lo que hagas, pues no tendrás en cuenta lo que sigue, pero al final, cuando aparezcan las dificultades, estarás lleno de confusión.
Querías vencer en los juegos olímpicos. También yo, en verdad, pues !vaya, qué hermoso! Pero examina bien, de antemano, lo que precede y lo que sigue a una empresa semejante.
Puedes emprenderla después de este examen. Tendrás que someterte al régimen disciplinario y alimenticio y abstenerte de golosinas, hacer ejercicios en las horas señaladas, haga frío o calor; beber agua y vino, sólo moderadamente; en una palabra, es preciso librarse sin reserva al ejercicios diarios como si del médico se tratase, y después de todo esto, participar en los juegos.
Allí, puedes ser herido, descoyuntadas las piernas, ser humillado, y, después de todo esto, ser vencido.
Cuando hayas sopesado todo esto, ve, si tú quieres, hazte atleta. Si no tomas precauciones, sólo harás tonterías y payasadas como los niños que tan pronto como son atletas son futbolistas, ahora son, llevados por los medios de comunicación, comediantes y un instante después representan tragedias. Así también tú: serás tan pronto atleta como futbolista, después de todo aquello, filósofo, y, en el fondo de tu alma, no serás nada. Como un payaso, imitarás todo lo que quisieras hacer, y cada vez te gusta algo distinto, pues a nada de esto has llegado con reflexión sino que actúas temerariamente, sin ninguna consideración, ni guía, sino por el sólo azar y capricho. Así es como muchos, habiendo visto o escuchado hablar a un filósofo como Eufrates, (aunque ¿quién es capaz de hablar como él?) quieren también ellos hacerse filósofos.
Amigo mío, considera primero la naturaleza del asunto que emprenderás, y luego examina tu propia naturaleza, para ver si ella es tan fuerte como para llevar ese carga. ¿Quieres correr la maratón, o ser jugador de fútbol? Mira tus brazos, considera tus muslos, examina tu región lumbar, pues no nacimos todos para la misma cosa. ¿Quieres ser filósofo? Piensa si al abrazar tal oficio, ¿podrás comer como los otros, beber como ellos, renunciar como ellos a los placeres? Debes velar, trabajar, apartarte de tus familiares y amigos, soportar el desdén del joven esclavo, las burlas de todos, ser excluido de honores, cargos, magistraturas, en una palabras hasta del menos asunto.
Reflexiona sobre ello: y ve si tú quieres pagar a este precio; la tranquilidad, la libertad, la constancia. Si no, aplícate a otra cosa, y no hagas como los niños, no sea s hoy filósofo y mañana político, luego negociante y después ministro. Estas cosas no concuerdan. Es preciso que seas sólo un hombre, y un solo hombre más, o menos lúc ido; es preciso que te apliques a lo que tu alma desea, o a lo que tu cuerpo anhela: es preciso que trabajes en adquirir bienes interiores, o bienes exteriores, es decir que es preciso que soportes el carácter de un filósofo, o el de un hombre común. ¿Cuál es tu principio rector?

30. LUGAR
El deber se mide, en general, por las relaciones en las que encontramos nuestro lugar. ¿Es tu padre? Te ordena atenderle y obedecerle en todo, sufrir sus reprimendas y sus malos tratos.
Pero es un mal padre. ¿Y qué?, amigo mío, ¿Es que la naturaleza te unió necesariamente a un buen padre? No, ella te unió simplemente a un padre.
¿Tu hermano es injusto? Conserva, no obstante, respecto de él, tu rango de hermano, y no mires lo que él hace, sino lo que Tú debes hacer, y el estado en que encuentras tu libertad, mira si haces lo que la naturaleza quiere que hagas. Pues otro no te ofenderá, ni te herirá nunca, si tú no lo deseas, no serás herido sino cuando tú creas serlo. Por este medio entonces, estarás contento siempre de tu vecino, de tu colega, de tu “patrón”, si tú te acostumbras a tener, estas relaciones, naturales, presentes siempre, ante tus ojos.

31. PIEDAD
Sábete que el principio y el fundamento de las religiones consiste en tener de Dios opiniones rectas y sanas, como de que Él existe y sostiene con Su Amor, todo cuanto ha sido creado.
Que Él gobierna el mundo, de conformidad con las leyes de lo que existe, con sabiduría y amor. Que Tú estas aquí para descubrirlo y acceder de voluntad y de corazón, a las cosas como que de Él provienen. De esta manera no te quejarás nunca de Dios, y no le acusarás de abandonarte, sino que buscaras en las cosas, el designio de Él. Pero, estos sentimientos, sólo puedes lograrlos, renunciando a todo lo que no depende de nosotros, y constituyendo como bienes todo lo que de ti depende.
Pues si tomas por “bien” o por “mal” alguna cosa que de ti no depende, necesariamente, tus deseos quedarán frustrados y caerás en lo que temes, quejándote entonces y odiando a los que crees causantes de tu malestar.
Pues todo animal ha nacido para aborrecer y para huir de lo que le parece malo o dañino y de lo que lo causa, y para amar lo que le parece útil y bueno y lo que lo causa. Es entonces imposible que aquel que cree ser perjudicado por algo se alegre del perjuicio y ame lo que lo causa.
He aquí de donde viene el que un hijo llene de reproches e injurias a su padre, cuando su padre no lo hace parte “de lo que son los bienes”. He aquí lo que hizo enemigos irreconciliables a Eteocles y Polinices: ellos toman el trono como un gran bien. He aquí lo que hace que el agricultor, el piloto, el comerciante, maldigan a Dios, y he aquí en fin, la causa de las murmuraciones de aquellos que pierden sus mujeres y sus niños. Pues Allí donde está lo útil, también está la piedad.
Así pues, todo hombre que tiene cuidado de regular sus deseos y sus aversiones según las reglas prescritas, tiene cuidado de nutrir y aumentar su piedad. En sus oraciones y en sus ofrendas, cada uno debe seguir la costumbre de su país, y hacerlo con pureza, sin parsimonias ni negligencias, sin irreverencia, sin mezquindad, ni gastando más de lo que se puede.

32. ADIVINAR
Cuando vas al astrólogo, recuerda que tú ignoras el futuro, y que vas a aprehenderlo. Pero también recuerda, si eres filósofo, que vas a consultar, aquello que de ti depende, pues, de lo que no depende de ti, es desde todo punto necesario que para ti no sea ello, ni un bien ni un mal.
No lleves pues, al ir donde el adivino, inclinación o aversión alguna por ninguna cosa del mundo, tampoco temblarás, sino que estarás persuadido y convencido de que todo lo que te llegare es indiferente y no te atañe, y que, de cualquier naturaleza que eso sea, dependerá de ti el hacer buen uso de ello. Esto, nadie puede impedírtelo.
Ve pues, con confianza, como si fuese a Dios a quien te aproximas, que sea Él de quien recibas algún don. Por demás, cuando se te haya dado algún consejo, recuerda que son los consejeros a quienes Tú, has recurrido, y que son de ellos las órdenes que desobedecerás o no.
No se va al astrólogo, tal como lo recomendó Sócrates, más que por aquellos casos en que por ninguna forma de razonamiento, o arte, pudo conocerse lo que se pretende. De modo que, cuando debas compartir algún peligro por un amigo o por la patria, no habrás de consultar al adivino para saber si hay que hacerlo.
Pues si el adivino te declara que la configuración de tu cielo astrológico es malo, que este signo te presagia o la muerte, o heridas, o el exilio; pero la razón opta, a pesar de todas estas cosas, que se debe socorrer al amigo y exponerse por su patria, fíate entonces de un adivino aún más grande que aquel que consultaste, obedece a Apolo Pytio, que echó del templo a uno que, pudiendo, no libró a su amigo, de un asesinato.

33. SABER HACER
Guarda frecuente silencio, no digas más que las cosas necesarias, y dilas en pocas palabras.
Cuando la ocasión lo exija, habla, pero no de cosas triviales y comunes: no hables ni de juegos de fútbol, ni de la lotería, ni de estrellas de cine, ni de bebidas, ni de comer, que son tema de conversación ordinaria. Sobretodo no hables nunca de persona alguna, ni para injuriarla ni para alabarla, ni para hacer comparaciones.
Si pueden entonces, has caer por tu discurso, la conversación de tus amigos, sobre lo que es decente y conveniente, y si te encuentras con extraños, cállate.
No rías, ni mucho, ni frecuente, ni con exceso.
Evita, si se puede del todo, el juramento, y si no, según lo permitan las circunstancias.
Evita los convites públicos y de quienes no sean filósofos, pero si has de hacerlo, redobla la atención sobre ti mismo, a fin de no dejarte llevar por los modos y maneras de hacer del vulgar.
Sábete que, si alguno, en estos convites, es impuro, aquel quien con él se roce, por limpio que sea, será igualmente impuro.
En lo que respecta al cuerpo, sólo usa lo estrictamente necesario cuando las necesidades del alma lo demanden, por ejemplo; el alimento, el vestido, el techo, la servidumbre. Y excluye lo que lleve a ostentación o molicie.
Con respecto a los placeres del amor, abstente, si puedes, antes del matrimonio, y si gustas de ellos, que al menos sea, según la ley. Pero no seas severo con aquellos quienes los usan, no los reprendas ni censures, ni te vanaglories de tu continencia.
Si alguien te hiciere saber que un individuo habla mal de ti, no te defiendas, ni refutes lo que haya dicho, sino que responde: “Aquel que ha dicho aquello de mí, ignora sin duda mis otros defectos, de lo contrario no habría dicho sólo estos.” No es necesario, en absoluto, ir de seguido al cine y a los juegos deportivos. Y, asistes en alguna ocasión, no te preocupes sino por ti mismo, esto es, quiere sólo que suceda lo que suceda y que venza sólo el vencedor; porque así no tendrás tropiezo. Evita el gritar o burlarte o conmoverte por algo o por alguien. Y una vez te hayas alejado, no hables mucho de lo que has visto, pues esto no serviría para corregir tus errores, ni te tornaría un hombre más honesto; ya que estas largas entrevistas testimonian que sólo el espectáculo ha llamado tu atención.
No vayas ni a los espectáculos, ni a las piezas de teatro, o al menos, no sin motivo. Pero si allí te encuentras, guarda gravedad y compostura, y no muestres desagrado.
Cuando debas conversar con alguien, sobretodo con quienes se considera superiores en la ciudad, proponte a ti mismo, la pregunta sobre lo que hubieran hecho en tal ocasión Sócrates o Zenón. Por este medio, no estarás embarazado por hacer lo que es de tu deber y por usar convenientemente lo que ocurra Cuando visites a alguien poderoso, imagínate de antemano que no le encontrarás en casa, o que se negará, o que no se dignará abrirte la puerta, o que no se ocupará de ti. Si, a pesar de esto, deber allí ir, soporta lo que llegue y no te digas “no valía la pena”. Pues es lenguaje de un hombre vulgar, de un hombre sobre el que las cosas exteriores tienen mucho poder.
En las conversaciones ordinarias, evita recordar muy a menudo y sin medida algunos de tus hechos o peligros por los que has pasado. Pues el oír tales cosas, no agrada a los demás, ni a ti mismo el recordarlas.
Evita incluso jugar el papel de hazme reír. Uno es inducido por tal vía a deslizarse en el género de aquellos que no son filósofos, y al mismo tiempo esto puede disminuir el respeto que de ti se tiene.
Es igualmente peligroso dejarse llevar por discursos obscenos, chistes vulgares, y, cuando te encuentres con tales conversaciones, que no faltan, si la ocasión lo permite, reprende a quien lo inició, o al menos que tu silencio, testimonie, por el rubor de tu frente y por la severidad de tu rostro, que estos modos de conversación no te gustan.

34. IMAGINAR
Si tu imaginación te presenta la imagen de algo voluptuoso, entonces, como siempre, vigila sobre ti, teme ser de ella cautivo. Que esta voluptuosidad espere y dale dilación. Luego, compara los dos momentos, el del goce y el del impedir que siga, y los reproches que te harás a ti mismo, y opón la satisfacción que te proveen estos dos momentos. Si encuentras que es el tiempo para ti de gozar de tal placer, ten cuidado de que su agrado no te venza y no te dejes seducir por el placer, oponle cuánto mejor es tener de ti conciencia del logro de la victoria.

35. EL SABER DEL OTRO
Cuando hagas algo, luego de haber reconocido que es tu deber, no evites ser visto haciéndolo, por malo que sea el juicio que el pueblo pueda de ello hacer. Si la acción es mala, evítala, y si no, ¿por qué temes reproches injustos?

36. OPERACIONES LÓGICAS
Igual que las siguientes proposiciones: “Es de día, es de noche” tienen gran valor cuando están disjuntas, y ninguno con la operación copulativa, así también no tiene valor alguno el querer todo para sí, sin miramiento por los otros. Cuando entonces, comas con otro, recuerda más la calidad de quien te invita, que la calidad de lo que se te servirá, guarda para con tu comensal el debido respeto.

37. LUGAR
Si tomas cualquier rol superior a tus fuerzas, has procedido torpemente, a la vez que desechaste el que habrías representado bien.

38. CEDER
Así como al andar te cuidadas de pisar un clavo o torcerte un pie, procura también de igual modo no dañar la parte maestra de ti mismo, la razón que te conduce. Si, así observas, en cada acción de la vida, nos aplicaremos en ella mayor seguridad.

39. POSEER
La medida de las riquezas para cada uno, es el cuerpo, como el pie es la medida del zapato. Si te atienes a esta regla, guardarás siempre la justa medida; pero si no la tienes en cuenta, pierdes; rodaras como en un precipicio donde nada te detiene. Sucede lo mismo con el calzado; si pasas la medida de lo que tu pie requiere, luego tendrás zapatos dorados, y luego querrás de diamantes.
Pues luego de rebasar la medida, no hay límites.

40. MUJERES
Al cumplir los catorce, las mujeres son llamadas, por sus maridos, señoras. Ellas entonces, viendo en ello, que no se les considera sino para el placer que ellas procuran, no sueñan otra cosa que cargarse de artificios y adornos, poniendo sus esperanzas en baratijas. Nada es más útil y necesario que aplicarse en hacerse entender que no se les honrará y no se les respetará sino por su sabiduría, pudor y modestia.

41. EL CUERPO Un signo cierto de un espíritu incapaz, es el de ocuparse mucho tiempo en el cuidado del cuerpo, así mismo como en el ejercicio, la bebida, el comer y en otras necesidades corporales.
Estas cosas no deben ser lo principal, sino lo accesorio de nuestra vida, y es preciso hacerlas como al pasar: toda nuestra aplicación y nuestra atención debe estar puesta en las cosas de nuestro pensamiento.

42. AGRAVIAR
Cuando alguien te maltrate o hable mal de ti, persuádete que él cree a ello estar obligado. No es entonces posible que él se adhiera a lo que a ti te parece, sino a los suyos propios: tal que; si él tiene un parecer erróneo es sólo quien se hiere pues sólo él es quien se equivoca. En efecto, si alguien cree falso un silogismo verdadero, no es el silogismo quien sufre, sino quien en su juicio se ha engañado. Si te sirves bien de esta regla, soportarás pacientemente a quienes de ti mal hable; pues a cada injuria, no dejarás de decir: “él cree tener razón”.

43. LAS ASAS DEL SENTIDO
Cada cosa tiene dos asas: una, por la que es llevadera, la otra, por la que no lo es. Si tu hermano te hace injusticia, no lo tomes por el lado de la injusticia que el te hace, pues es el asa por donde la cosa no es llevadera; pero si lo tomas por el otro lado, por el de que él es tu hermano, un hombre que fue criado y alimentado junto a ti, entonces l o tomarás (el asunto) por el buen lado, el que te lo tornará soportable.

44. ABSURDO
No es razonar con coherencia decir: “Soy más rico que tú, por lo tanto soy mejor que tú; soy más brillante que tú, entonces soy superior a ti”. Para razonar más coherentemente es preciso decir: “Soy más rico que tú pues mis bienes son mayores que los tuyos; soy mas brillante que tú, pues mis discursos tienen mayor valor que los tuyos” Ya que tú no eres, ciertamente, ni riqueza, ni elocución.

45. INTERPRETAR
Si alguien “se baña temprano”. No dices que hace mal al “bañarse tan pronto”, sino que él “se baña antes de cierta hora”. Alguien “bebe” mucho vino. No dices que él hace mal en “beber”, sino que el “bebe”. Pues, antes de conocer lo que lo hace “beber”, ¿cómo sabes que hace mal? Así, razonando, de este modo, siempre, no darás cabida a tus fantasías.

46. NOMBRAR
No te llames filósofo, ni hables bellas máximas ante los profanos; sino haz lo que tales máximas prescriben. Por ejemplo, en un festín, no digas cómo hay que comer, sino come hay que hacerlo.
Y recuerda que Sócrates, rechazó toda ostentación y fastuosidad, tanto que, cuando los jóvenes le pedían les recomendara un filósofo, él mismo les conducía, sin quejarse, por el poco caso que de él hacían.
Si se da la ocasión de hablar de cosas bellas entre profanos, guarda silencio: pues hay el gran peligro de tener que dar cuenta de lo que tú no has digerido. Y cuando alguien te reproche que nada sabes, y tú no te molestes, sábete que comienzas a ser filósofo. Pues no es por cuánta hierba han comido, que las ovejas muestran a los pastores, su producto, sino, luego de que hayan digerido la pasta en su interior, es por la lana y leche que ellas producen. Igual tú, no expongas ante los profanos bellas máximas, sino, si las has bien digerido, hazlas aparecer a través de tus acciones.

47. OSTENTAR
Si te has acostumbrado a llevar una vida sencilla y a dominar tu cuerpo, no te envanezcas por ello, y, si no bebes sino agua, no andes diciendo a cada momento que tú no bebes sino agua.
Si quieres ejercitar la paciencia y la tolerancia, hazlo por y para ti y no por y para los otros; no muestres tu devoción, y en la sed más ardiente, toma el agua en tu boca, tírala, y no le digas a nadie.

48. DIFERENCIA
Actitud y manera de ser del no filósofo: Él no espera nunca de sí mismo su provecho o perjuicio, sino siempre de los otros.
Actitud y manera de ser del filósofo: Él no espera sino de sí mismo, todo provecho tanto como todo perjuicio.
Algunas señales del que progresa en el estudio de la sabiduría: a nadie censura, a nadie alaba, no se queda de nadie, y no acusa a nadie, no habla de sí como si él fuera o supiera algo.
Cuando encuentra un obstáculo o alguien le impide lo que él desea, no las emprende sino consigo mismo. Si alguien le alaba, él se burla en secreto de su devoto, y, si se le reprende, no busca nunca justificarse; sino que, como los convalecientes, él explora y se examina, de temor de turbar e impedir cualquier cosa en ese comienzo de curación, antes de que su salud esté enteramente fortificada.
Ha suprimido en sí, todo deseo exterior, y ha volcado su aversión sólo sobre las cosas que, dependiendo de nosotros, están en contra de la naturaleza. Tiene hacia todas las cosas sólo movimientos amables y sujetados. Si se le trata de simple e ignorante, no se apena. En una palabra, está siempre en guardia contra sí mismo como contra un hombre que le tiende continuamente trampas y que es su peor enemigo.

49. PRACTICAR
Cuando alguien se jacte de comprender e interpretar los escritos de Crisipo, dice: Si Crisipo no hubiera escrito de modo tan complejo, este hombre no tendría entonces nada de lo que pudiera glorificarse. En cuanto a mi, ¿qué es lo que yo deseo? Conocer la naturaleza y seguirla. Busco entonces quién lo ha explicado mejor; se me dice que Crisipo. Voy a Crisipo, pero no lo entiendo, busco entonces alguien que me lo explique. Hasta ahí, no hay nada de que vanagloriarse.
Cuando haya encontrado un buen intérprete, me faltará aún poner en práctica los preceptos que él me explique y sólo esto merece estima. Pues, si me contento con la explicación y admiro a quien la dice, ¿qué soy? Un gramático y no un filósofo, con la diferencia de que, en lugar de a Homero, yo explico a Crisipo, Cuando alguien me diga entonces, “explícame a Crisipo”, tendré más vergüenza y confusión, al no poder mostrar mis acciones en conformidad con sus preceptos.

50. SIN PRISA PERO SIN PAUSA
Mantente firme en la práctica de todas estas máximas, y síguelas como a ley que no puedes violar sin impiedad. Y no prestes atención a lo que de ti se habrá de decir; pues esta, siendo una de las cosas que no están en tu poder, no es cosa tuya.

51. PRACTICAR
¿Hasta cuando diferirás tú el juzgarte digno de las más grandes cosas y de ponerte en estado de no transgredir los dictados de la razón? Haz recibido preceptos a los cuales debes dar tu consentimiento, y lo has dado. ¿Qué maestro esperas entonces para encargarle tu bienestar? Ya no eres un niño, sino un hombre hecho. Si te descuidas y emperezas, y siempre vas cambiando de propósito, si todos los días dejas para otro día el cuidar de ti mismo, sucederá que, ni te darás cuenta de que no haces progreso alguno, y perseverarás sí, pero en tu ignorancia, tanto al vivir como al morir.
Desde ahora entonces, comienza a juzgarte digno de vivir como un hombre, y como un hombre que ha hecho ya algún progreso en a sabiduría, y que todo lo que te parece bello y bueno sea para ti una ley inviolable. Si se presenta alguna cosa grata o desagradable, honroso o deshonroso, recuerda que hora s el momento de luchar, que los juegos Olímpicos se han abierto, que no es tiempo de diferir más, y que, depende en un solo día y de una sola acción de coraje o de cobardía, tu avance o tu pérdida.
Es así como Sócrates alcanzó la perfección, sirviéndose de todas las cosas para su progreso, y no siguiendo sino la razón. Por ti, aun cuando aún no seas como Sócrates, debes vivir como alguien que puede llegar a ser como él.

52. FILOSOFÍA
La primera y más importante parte de la filosofía es la que trata de la práctica de los preceptos; por ejemplo: No mentir.
La segunda, es la que hace las demostraciones: Por qué es preciso no mentir.
La tercera; es que la prueba tales demostraciones, explicando con precisión: ¿En qué consiste una demostración? ¿Qué es en efecto, demostración, ¿Qué, consecuencia?, ¿Qué, oposición?, ¿Qué, verdadero?, ¿Qué, falso? Esta tercera parte es necesaria para la segunda, y la segunda para la primera; pero la más necesaria de todas, y en la que es preciso detenerse y quedarse es en la primera.
De ordinario, invertimos tal orden; nos detenemos enteramente en la tercera, todo nuestro trabajo, todo nuestro estudio, es para la tercera, en la prueba, y descuidamos absolutamente la primera, que es el uso y la práctica. Así pues, mentimos, pero al punto demostramos que no hay que mentir.

53. SENTENCIAS
Comienza todas las acciones y empresas por esta oración: “Guíame, Dios mío, allí, a donde Tú has destinando que yo debo ir! Te seguiré con todo mi corazón y sin duda alguna. Y cuando quiera resistir a tus órdenes, me vuelva malvado e impío, quiero, a pesar de mí, seguirte”.
Dite, enseguida: “Aquel que se acomoda como es preciso, a la necesidad, es sabio y hábil en el conocimiento de las cosas divinas”.
En tercer lugar, di: “Pasemos con coraje por ahí, pues es por ahí que Dios nos conduce y nos llama. Los malvados pueden matarme, pero no perjudicarme”.

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sábado, 23 de octubre de 2010

ARISTÓTELES: La virtud es la verdadera felicidad. (Ética a Nicómaco)


ARISTÓTELES: La virtud es la verdadera felicidad. (Ética a Nicómaco)


Si es preciso siempre esperar y ver el fin, y si sólo entonces se pueden tener por dichosos a los hombres, no porque lo sean en aquel momento, sino porque lo fueron en otro tiempo; ¿no sería un absurdo, cuando uno es actualmente dichoso, no reconocer, respecto de él, una verdad que es incontestable?  Es vano pretexto decir que no se quiere proclamar a las personas que viven por temor a los reveses que puedan sobrevenirles, y alegar, que la idea de la felicidad nos la representamos como una cosa inmutable y que no cambia fácilmente; y, en fin, que la fortuna causa muchas veces las perturbaciones más diversas en un mismo individuo.  Conforme a este razonamiento es claro que si quisiéramos seguir todas las mudanzas de la fortuna de un hombre, sucedería muchas veces que llamaríamos a un mismo individuo dichoso y desgraciado, haciendo del hombre dichoso una especie de camaleón y de una naturaleza medianamente mudable y pobre.  ¡Pero qué!, ¿es prudente dar tanta importancia a los cambios de la fortuna de los hombres?  No es en la fortuna donde se encuentra la felicidad o la desgracia, estando la vida humana expuesta a estas vicisitudes inevitables, como ya hemos dicho; sino que son los actos de virtud los únicos que deciden soberanamente de la felicidad, como son los actos contrarios los que deciden del estado contrario.  La cuestión misma que dilucidamos en este momento es un testimonio más a favor de nuestra definición de felicidad.  No, no hay nada en las cosas humanas que sea constante y seguro hasta el punto que lo son los actos y la práctica de la virtud; estos actos nos aparecen más estables que la ciencia misma.  Además, entre todos los hábitos virtuosos, los que hacen más honor al hombre son también más durables, precisamente porque en vivir con ellos se complacen con más constancia las personas verdaderamente afortunadas, y he aquí, evidentemente, la causa de que no olviden jamás el practicarlos.
Así, pues, la perseverancia que buscamos es la del hombre dichoso; él la conservará durante toda su vida, y sólo practicará y tomará en cuenta lo que conforma con la virtud, o por lo menos, se sentirá ligado a ello más que todas las demás cosas y soportará los azares de la fortuna con admirable sangre fría.  El que dotado de una virtud sin tacha es, si así puede decirse, cuadrado por su base, sabrá resignarse siempre con dignidad a todas las pruebas.
Siendo los accidentes de la fortuna muy numerosos, y teniendo una importancia muy diversa, ya grande, ya pequeña, los sucesos poco importantes, lo mismo que las ligeras desgracias, apenas ejercen influjo en el curso de la vida.  Pero los acontecimientos grandes y repetidos, si son favorables, hacen la vida más dichosa; porque contribuyen a embellecerla, y el uso que se hace de ellos da un nuevo lustre a la virtud.  Si, por el contrario, no son favorables, interrumpen y empañan la felicidad, porque nos traen consigo disgustos y, en muchos casos, sirven de obstáculos a nuestra actividad.  Pero en medio de estas pruebas mismas la virtud brilla con todo su esplendor cuando un hombre con ánimo sereno soporta grandes y numerosos infortunios, no por insensibilidad, sino por generosidad y por grandeza de alma.  Si los actos virtuosos deciden soberanamente de la vida del hombre, como acabamos de decir, jamás el hombre de bien, que sólo reclama la felicidad de la virtud, puede hacerse miserable, puesto que nunca cometerá acciones reprensibles y malas.  A nuestro parecer, el hombre verdaderamente sabio, el hombre verdaderamente virtuoso, sabe sufrir todos los azares de la fortuna sin perder nada como un buen general sabe emplear de la manera más conveniente para el combate el ejército que tiene a su órdenes; como el zapatero sabe hacer el más precioso calzado con el cuero que se le da; como hacen en su profesión todos los demás artistas.  Si esto es cierto, el hombre dichoso, porque es hombre de bien, nunca será desgraciado, aunque no será dichoso, lo confieso, si por acaso caen sobre él desgracias iguales a las de Príamo.  Pero, por lo menos, siempre resulta que no es un hombre de mil colores, ni cambia de un instante a otro.  No se le arrancará fácilmente su felicidad; no bastarán para hacérsela perder infortunios ordinarios, sino que será preciso, para esto, que caigan sobre él los más grandes y repetidos desastres.  Recíprocamente, cuando salga de semejantes pruebas, no recobrará su dicha en poco tiempo y de repente, después de haberlas sufrido, sino que, si vuelve a ser dichoso, será después de un largo y debido intervalo, durante el cual habrá podido gozar sucesivamente grandes y brillantes prosperidades.
¿Por qué, pues, no hemos de declarar que le hombre dichoso es el que obra siempre según lo exige la virtud perfecta, estando, además, suficientemente provisto de bienes exteriores, no durante un tiempo cualquiera, sino durante toda su vida? ¿O bien, habrá de añadirse como condición precisa que deberá vivir constantemente en esta prosperidad y morir en una situación no menos favorable, ya que el porvenir no es desconocido y que la felicidad, tal como nosotros la comprenderemos es un bien y un cierto perfeccionamiento definitivo en todos los conceptos? Si todas estas consideraciones son exactas, llamaremos dichosos entre los vivos a los que poseen o pueden poseer todos los bienes que acabamos de indicar.
Téngase entendido, por otra parte, que cuando digo dichoso quiero decir hasta donde los hombres pueden serlo.  Pero no insisto más sobre esta materia.

EPICURO: El placer, principio y fin de la felicidad (Carta a Meneceo)

EPICURO:
El placer, principio y fin de la felicidad (Carta a Meneceo)

Y de manera parecida hay que pensar que de los deseos, unos son naturales, otros vanos; y de los naturales, unos son necesarios, otros sólo naturales y de los necesarios, unos son en orden a la felicidad, otros para el bienestar del cuerpo, otros para la vida misma.  De hecho, un conocimiento firme de ellos sabe hacer referir toda elección y repulsa a la salud del cuerpo y a la tranquilidad del alma, puesto que ése es término final de la vida feliz.  En efecto, a eso tienden todas nuestras acciones, a no tener sufrimiento ni turbación alguna.  Cuando alcancemos eso, se calmará toda tempestad del alma, al no tener el ser viviente nada que apetecer porque le falte, ni que buscar otra cosa cuando complete el bien del alma y del cuerpo.  Sólo tenemos necesidad de placer cuando sufrimos por su ausencia; pero cuando lo sentimos, no tenemos necesidad de placer.
Por eso decimos nosotros que el placer es el principio y el fin de la vida feliz.  Sabemos que él es el bien primero y connatural, y de él toma comienzo todo acto nuestro de elección y de repulsa, y a él retornamos juzgando todo bien, tomando como norma la afección.  Y porque esto es el bien primero y connatural, por eso también no elegimos todo placer, sino que hay ocasiones en que nos desentendemos de muchos, cuando de ellos se sigue mayor molestia, y estimamos a muchos dolores preferibles a los placeres, cuando se nos siguen mayores placeres por haber soportado durante mucho tiempo los dolores.  Todos los placeres, por su condición de connaturales a nosotros, son, pues, bienes: pero no todos hay que elegirlos, como todos lo dolores son malos, pero no de todos ellos hay que huir.
En orden al cálculo y a la consideración de las cosas útiles y perjudiciales, hay que hacer un discernimiento de todas esas cosas.  Pues en ocasiones experimentamos el bien como un mal, y, a la inversa, el mal como un bien.
Consideraremos cono un gran bien la independencia de los deseos, no porque en absoluto debamos tener tan sólo lo poco, sino porque, sino tenemos lo mucho, sabemos contentarnos con lo poco, sinceramente convencidos de que disfrutan con más placer de la abundancia los que menos necesidad tienen de ella, y que todo lo que es natural, es fácil de procurar, y lo vano, difícil de conseguir.  Los manjares frugales proporcionan un placer igual que un trato suntuoso, cuando ha desaparecido todo el dolor de la necesidad, y pan y agua dan el placer más grande cuando se tienen a mano los alimentos que se necesitan.  El acostumbrarse a un trato de vida sencillo y frugal, por una parte, ayuda a la salud y hace al hombre más ágil para atender a las tareas necesarias de la vida, y por otra, cuando a intervalos nos damos a la vida refinada, nos hace más dispuestos y más intrépidos para afrontar los lances de la fortuna.
Por tanto, cuando decimos que el placer es el bien supremo de la vida, no entendemos los placeres de los disolutos y los placeres sensuales, como creen algunos que desconocen o no aceptan, o interpretan mal nuestra doctrina, sino el no tener dolor en el cuerpo ni turbación en el alma.  Pues, ni banquetes ni fiestas continuas, ni placeres de jóvenes y mujeres, ni peces ni cuanto pueda ofrecer una mesa bien abastecida, causa la vida feliz, sino una razón vigilante que investiga las causas de toda elección y repulsa, y que aleja las falsas opiniones de las cuales las mas de la veces se origina la turbación que se apodera de las almas.
De todas estas cosas el principio y el bien supremo es la prudencia; por eso, la prudencia es más estimable que la filosofía, y de ella proceden todas las demás virtudes, enseñándonos que puede haber vida feliz sin la prudencia, la bondad y la justicia y que la prudencia, la bondad y la justicia no pueden darse sin la felicidad.  Pues las virtudes son connaturales a la vida feliz, y ésta es inseparable de aquéllas.